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Por Claudia Vargas García , 13 de diciembre de 2024 | 17:11ChileCarne Talks cerró ciclo de charlas
Estas experiencias son un insumo valioso para Chile, sobre todo en los procesos de adaptación a nuevas exigencias globales en producción de carne en términos de bienestar animal y sin perder la competitividad del sector.
ChileCarne culminó su ciclo de charlas técnicas “ChileCarne Talks” con un enfoque en un tema crucial para el sector productor y exportador de carnes: la “Transición a un Sistema de Gestación Grupal en cerdas, conociendo el camino avanzado por Brasil”. La exposición, que se realizó el 5 de diciembre en las oficinas de la Asociación gremial en Las Condes, contó con la presencia del Dr. Osmar Dalla Costa, destacado investigador de la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (EMBRAPA).
Matías Andrade, Jefe de Proyectos de Innovación y Desarrollo de ChileCarne, y responsable de la visita del experto internacional a Chile, indicó que «El poder saber cómo ha sido la experiencia de otros países, como Brasil, en la transición hacia corrales grupales en la gestación de cerdas, nos da cuenta de las grandes dificultades que conlleva este proceso y que es necesario el trabajo y colaboración público-privada para que esta medida no nos afecte de modo que los pequeños y medianos productores tengan que cerrar por no poder costear el cambio. Al realizar cambios de tal magnitud, estos se deben ejecutar en los plazos adecuados, que garanticen que nuestro país no pierda la competitividad a nivel internacional y que sobre todo permita mantener la soberanía alimentaria”.
El Dr. Dalla Costa compartió a una audiencia integrada por representantes de las distintas empresas socias de ChileCarne, su experiencia sobre los retos que enfrenta Brasil en la migración del sistema de jaulas de gestación a corrales grupales:
– ¿Cuáles son los principales desafíos y dificultades de la transición de jaulas de gestación a corrales grupales?
El principal desafío es el costo de producción. Otro factor que ralentiza el proceso es la disponibilidad de capital y recursos financieros. En Brasil, todo el proceso de transición avanza de manera lenta, y las personas tienen que adaptarse a esta realidad.
Esto comenzó aproximadamente en 2014, impulsado por la iniciativa del sector privado. La primera empresa en anunciar la migración fue Sadia, que hoy es BRF. Ellos establecieron un plazo de 12 años para completar la transición. En ese momento, había una expectativa de que el gobierno ofrecería más recursos financieros o subsidios para facilitar este cambio, pero eso no ocurrió.
Actualmente, las empresas están trabajando bajo un sistema piramidal. Las granjas de maternidad envían los cerdos a un único criadero y luego a un único terminador, evitando mezclar animales de diferentes orígenes. Hace diez años, las granjas promedio tenían entre 400 y 500 madres. Con la migración, el tamaño de las granjas se incrementó, pasando a 1,200 madres en promedio. Esto obligó a realizar reformas y ampliaciones, lo que requirió financiamiento adicional y aumentó los costos de producción.
Por ejemplo, si antes el costo era de 3 dólares por kilo, tras las inversiones podría haber subido a 5 dólares. Sin embargo, este aumento no se trasladó al consumidor final. El sector privado absorbió estos costos.
En los últimos años, Brasil ha enfrentado crisis financieras en la industria porcina, lo que ha llevado a muchos productores a posponer sus inversiones. En los últimos dos o tres años, algunos productores simplemente no han querido invertir más, esperando tiempos mejores.
Estos son los principales problemas que se ven en la migración del sistema de alojamiento.
– ¿Cuál es la motivación detrás de esta transición?
En Brasil, entre el 80% y el 90% de la producción porcina está verticalmente integrada. Esto significa que las grandes empresas determinan las normas de producción, y los productores deben cumplirlas. Si no lo hacen, corren el riesgo de quedar fuera de la cadena productiva.
Esto no es un proceso completamente voluntario. Las empresas establecen metas a 10, 15 o 20 años, y los productores tienen que adaptarse para continuar produciendo. En el caso de los pequeños productores independientes, el proceso es aún más difícil, ya que ellos deben asumir los costos directamente.
– ¿Cómo podrían el gobierno o los servicios oficiales apoyar esta transición?
La mejor manera en que el gobierno podría apoyar sería ofreciendo líneas de crédito subsidiadas. En un mundo ideal, esto facilitaría mucho el proceso. Sin embargo, en Brasil no hay mucha oferta de financiamiento con subsidios.
Lo que el gobierno y las instituciones de investigación han hecho es organizar seminarios y conferencias técnicas para productores y fabricantes de equipos. En estos eventos, se presenta información sobre bienestar animal, sistemas grupales y los desafíos que enfrentan, como el aumento de la mortalidad o la reducción de tasas de preñez.
Estas iniciativas han servido para difundir conocimiento y mostrar el camino que están siguiendo diferentes actores del sector. El apoyo del gobierno ha sido más técnico y educativo que financiero.
– En términos de comercio exterior, el bienestar animal aún no es un requisito para la importación y exportación de productos cárnicos. ¿Cómo cree que evolucionará esta situación?
Las empresas comenzaron a invertir en bienestar animal no porque lo consideraran interesante, sino porque los grandes compradores, como McDonald’s o Carrefour, lo exigieron. Estos clientes comenzaron a decir: “Solo compro si cumples con principios de bienestar animal”.
Esto inició con el sacrificio humanitario, luego con el transporte, y finalmente se extendió al sistema de alojamiento. Aunque al principio pudo haber un incremento en el precio pagado, pienso que con el tiempo será algo tan normal que, si no tienes prácticas de bienestar animal, tendrás más dificultades para comercializar tus productos. No creo que esto signifique un aumento en los precios pagados al productor, sino que simplemente facilitará el acceso al mercado.
– ¿Cómo se mantiene esto en el tiempo?
No tengo información sobre si grandes compradores como McDonald’s pagan más por los productos que cumplen con bienestar animal. Eso es un secreto comercial.
Lo que sucede es que las ONG empiezan a actuar, y las empresas invierten porque estas organizaciones alertan a los mercados financieros. Dicen que las empresas que no invierten en bienestar animal no son confiables para quienes aportan capital. Esto afecta la percepción en la bolsa de valores y dificulta el acceso a financiamiento.
Es similar a lo que ocurrió con los cinturones de seguridad en los autos. Al principio, los de tres puntos eran una novedad y más caros, pero hoy son obligatorios. Algo parecido sucede con el bienestar animal. Prácticas como el uso de jaulas de gestación, el corte de colas o el marcaje con hierro están siendo reemplazadas por alternativas más modernas. Por ejemplo, se están utilizando dispositivos electrónicos de trazabilidad, que pueden costar cinco centavos más.
Con el tiempo, estas prácticas se convertirán en la norma.
Con esta última exposición, concluyó la primera edición de ChileCarne Talks, una instancia impulsada por la Asociación con el objetivo de convertirse en un espacio de actualización y debate sobre temas clave para el sector: resistencia a los antimicrobianos, sostenibilidad y bienestar animal. Este enfoque responde a la urgente necesidad de transitar hacia sistemas de producción sostenibles, alineados con las crecientes demandas de los mercados internacionales y los consumidores.
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